LA TORRE

  "A esta clave se le atribuye el estado de desenvolvimiento espiritual llamado DESPERTAR"

                                                                            Paul Foster Case

 

Otorgarle permiso a la Luz

 


 

  No hay nada peor que creerse en posesión de la verdad. Y para colmo de los males cuanta más grande es la ignorancia del ser humano más convencido está de que "su verdad es la única verdad".

  Afortunadamente la vida sola, en su momento adecuado, se encarga de sacarnos de ese error y de esa peligrosa ignorancia.

  La Torre del Tarot es esa estructura en la que nos refugiamos para  protegernos y defendernos de esos hipotéticos enemigos en los que unas veces nos han hecho creer y en otras los hemos inventado nosotros mismos fruto de experiencias que nos han hecho sufrir. En su momento pudo estar bien esa protección pero llega la hora en que debemos salir de nuestro refugio, de nuestra ceguera interior y recibir "el relámpago de la visión clara", "el rayo de la comprensión espiritual" capaz de destruir "La Torre del error".

 Es el relampago que destruye la Torre, el encargado de hacernos ver y comprender que nuestra hipotética verdad, ni era tal verdad y  en el caso de que lo fuera no era la única verdad.

 

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Tarot de Aleister Crowley

 

(Del libro: "Manual para el Tarot Thoth de Aleister Crowley" de Gerd Ziegler)

 

La Torre

 

 


Palabras claves:
Marte; profunda trasformación interior, curación; destrucción de lo viejo para hacer sitio a lo nuevo; renovación espiritual, autoconocimiento.

 

  El poder del fuego consumidor y purificador destruye y barre hacia fuera lo viejo. Nada se salva. La torre del ego se tambalea hasta sus cimientos.

  Todo lo que intentamos guardar queda destruido por estos poderes de transformación. La supuesta seguridad del pasado queda irrevocablemente sacudida. Lo único que subsiste es una confianza similar a la que exhibió Job cuando tuvo que hacer frente a una terrible noticia tras otra. Es el conocimiento de que todo lo que pasa en la vida viene del amor eterno a la vida e incluye oportunidades para aprender y descubrir. Este conocimiento de la verdadera naturaleza de los hechos nos permite reconocer los valiosos regalos que recibimos a través de las pérdidas y las desilusiones dolorosas. Si estamos dispuestos a aceptarlos, los momentos de ansiedad y miseria interior pueden ser de los más productivos de nuestra vida.

   La Torre es también una de las cartas curativas más importantes. De la misma manera que todo nuestro organismo siente alivio cuando nos quitan un diente cariado, la destrucción de las relaciones y situaciones sin salida que impiden el desarrollo puede ser el comienzo de un proceso de curación. La extracción de un diente puede ser dolorosa, pero muchas veces es la única manera de desintoxicar el resto del cuerpo. Los vaivenes de la fortuna pueden parecer trágicos e incomprensibles, pero sólo ocurren porque los necesitamos y porque, consciente o inconscientemente, los provocamos. Los que consiguen reconocer estos principios en su propia vida y aceptar su responsabilidad sobre ellos tienen todo lo que necesitan para la liberación verdadera y la transformación última.

  El ojo de Horus ilustra la conciencia despierta que se ve a sí misma como realmente es. La paloma con la rama de olivo en el pico es señal de la compasión por uno mismo y por los demás, que tiene su origen en el autorreconocimiento. Es la mensajera de un estado que precede a la renovación (la serpiente).

 

Interpretación: Estás experimentando actualmente, o vas a experimentar dentro de poco, un intenso proceso de transformación. Las cosas que se romperán dentro de ti te ayudarán a purificarte y a prepararte para lo nuevo. ¡Deja que esto ocurra!

 

Pregunta: ¿Estás preparado para mirarte a ti mismo y a la vida con ojos nuevos?

 

Sugerencia: Observa las cosas en tu vida, tus ideas, opiniones y pautas de comportamiento que sean demasiado rígidas o estrechas. Abre estas áreas a los poderes del cambio.

 

Afirmación: Todo lo que pasa en mi vida tiene un fin positivo.

 


Tarot Oswald Wirth

 

(Del libro: "La sabiduría del Tarot" de Elisabeth Haich)

 

(La Casa de Dios)

(La Torre fulminada)

 

  He aquí una torre construida con solidez, fulminada por un rayo que sale del sol -y no de una nube-. El rayo penetra a fondo en la torre cuya parte superior se desploma. Los colores de la torre son el rojo, el verde y el amarillo, que simbolizan la espiritualidad, el amor al prójimo y la inteligencia. La torre tiene cuatro almenas, el número de la materia. Tiene, por tanto, una relación con el ser material del hombre.

  Esta torre tiene una puerta y tres ventanas, dos paralelas y la tercera encima, de modo que forman un triángulo. La puerta simboliza el plexo solar del hombre. Es aquí donde, en la concepción, quedó unido al cuerpo por un cordón mágico y es desde aquí desde donde, al morir, quedará libre. Las dos ventanas representan los dos ojos del hombre con la ayuda de los cuales se asoma al exterior de su envoltura material y se relaciona con el mundo interior. La ventana superior representa "el tercer ojo", un centro nervioso en el que se asienta el chakra Ajna, como lo llama la filosofía védica. Este centro relaciona al hombre con el mundo espiritual; por él llega a la introspección espiritual.

  Pesados adoquines caen sobre dos seres que se precipitan a su vez  desde la torree. Sin embargo, sólo a uno le han alcanzado las piedras: al que, por no llevar corona, se estrella contra el suelo. El otro ha mantenido la corona en la cabeza incluso en la caida. Los adoquines caen a su alrededor sin herirlo y sale sano y salvo de la aventura.

  La vestimenta de estos dos seres es diferente. El muerto lleva una vestimenta roja cuya manga izquierda es azul. El otro la lleva azul con la manga derecha cubierta de rojo y la pierna izquierda de amarillo.

  Estos colores significan que es inútil ser inconsciente espiritual. Porque si un hombre no es consciente de esa espiritualidad, morirá cuando la torre se derrumbe. Movido por una perfecta fe en Dios; el otro ser, por el contrario, ha resistido a su destino; ha superado conscientemente todas las pruebas -la corona simboliza la conciencia- y sale indemne del desplome de la torre.

  Dieciséis bolas de distintos colores representan el número 16 de esta carta, que ilustra una etapa por la que deben pasar todos los que caminan hacia la meta suprema.

  Hasta aquí, el desarrollo de la conciencia se ha llevado a cabo en el fuero interno del hombre. Al exterior, ni siquiera sus amigos más íntimos se han dado cuenta de nada. Pero ahora, se concreta un acontecimiento que vuelve a cuestionar su destino y toda su vida exterior. Ese acontecimiento es distinto para cada uno. Depende del entorno, de  la familia, del país, de la profesión. Algunos han tenido que sufrir -o siguen sufriendo ahora- las angustias de la guerra. Han vivido, han comprendido que todo se derrumba en torno suyo. Ya no tienen medios de subsistencia, las familias están rotas. Han perdido sus amigos y sus bienes. Están anonadados. Un hombre así necesita poder apoyarse entonces en sí mismo y busca en él la única ayuda posible, puesto que ya nada le queda. Tiene que construir una vida nueva. Millones de hombres han vivido, durante las guerras, la situación que ilustra esta carta. Aun cuando su cuerpo haya seguido vivo, los inconscientes han caido; no pueden ni levantarse, ni rehacerse para seguir. Están anonadados como el muerto de la carta.

  Por el contrario, los que ya no son la "persona", el esclavo de sus instintos, sino muy conscientes en su espíritu, los que han conservado la corona en la cabeza, podrán comenzar una nueva vida. Éstos no han perdido nada, muy al contrario.

   El acontecimiento se presenta de forma diferente para el que se libra de la guera. Pero llega un momento inevitable en el que el hombre se siente deshecho, en el que su fe y su seguridad interiores están peligrosamente amenazadas. Entonces, debe apelar a toda su fuerza para seguir haciendo pie. Esos acontecimientos son muy distintos. Para uno, se traduce en la pérdida del ser querido con el que vivía una unión espiritual perfecta. Ahora bien, el hombre espiritualmente consciente sabe que la muerte no existe, que sólo existe la vidad eterna y que debe esperar con paciencia a que el reloj cósmico haga sonar para él la hora del encuentro con el ser amado. Sabe que hasta ahora no ha perdido a ese ser, puesto que el espíritu los conserva unidos. Por eso, cuando llega una separación, no se desespera, sigue en pie, firme.

   Para otro, es en su trabajo donde tendrá que sufrir la prueba, ya sea director o empleado. Tal vez se le juzgue, se ponga en duda su honestidad, sea objeto de críticas o acusaciones contra las que ni siquiera pueda defenderse.

  Otros se verán afectados por el comportamiento de hijos desnaturalizados, de un padre o una madre indignos, y su nombre será injustamente deshonrado. Es imposible enumerar todas las pruebas que pueden sacudir la existencia misma de los seres. A veces, el destino juega con la situación y las facultades personales de un hombre y lo hiere en el momento y el punto en que es más vulnerable, para tratar de abatirlo. Pero los que ya han vivido la muerte mística y, lo mismo que la esfinge, miran su suerte como la de un tercero, saben que al único que se le puede hacer daño es al cuerpo y jamás al espíritu. Estas personas son indestructibles. Un hombre así sabe que la manera de tratarlo y de hablar de él no tiene importancia. No se siente por ello ni más grande ni más chico, ni más o menos honesto, ni más guapo ni más feo. Es como es y la opinión de nadie de cuantos lo rodean puede cambiar nada. Sabe que Dios está en él, que es también Dios el que le hace pasar por esta prueba -¡por eso el rayo viene del sol!-, para que saque de ella algo esencial. Y cuando la haya pasado, Dios le ayudará a levantarse, a rehacer una vida y a deshacerse de todas las desgracias. Conocemos muchos casos históricos y contemporáneos que afectan a personajes inocentes que fueron arrestados, acusados, juzgados, encerrados, deportados, ejecutados. Pero ni la misma horca puede destruir al que es espiritualmente consciente.

   Cuando Alejandro Magno se encontraba en la India con su ejército, encontró a un gran yogui que le dejó atónito con su sabiduría. Alejandro le amenazó: "Si no vienes, te haré matar." El yogui sonrió y respondió: "¿Quieres matarme?" ¿a Mí? Tú ni siquiera me ves. Sólo puedes hacer matar mi cuerpo, pero no el Yo que habita este cuerpo y que es lo que YO SOY. Alejandro Magno, asombrado por la respuesta del yogui, hizo que le llevaran rocos obsequios y se retiro pensativo. Esto es lo que nos cuenta la historia. El hombre que se encuentra a este nivel de conciencia debe comportarse exactamente igual que el yogui. Con confianza y seguiridad, debe afrontar su destino sabiendo que los ignorantes sólo pueden atormentar su yo aparente, su persona, pero jamás hacer daño a su Yo espiritual y real, a su Yo supremo. Cuando pasa la pruebaa, las cualidades que lleva consigo no se adormecen, sino al contrario, se ponen de relieve en el mundo exterior. Vuelve así a encontrar en la vida el puesto que le corresponde.

  Cuando el hombre puede conservar su corona, sigue siendo el rey, el dueño de su destino. Pero ha tenido que someterse a esta prueba, vivir esta destrucción para no volver a tomar lo trivial por lo importante, lo anecdótico por lo esencial. -"¿De qué te sirven todos los tesoros de la tierra, si tu alma tiene que sufrir por ellos?" interpela Cristo. Si no perdemos nuestra alma, podemos perder todo lo demás y entonces poseemos TODO.

  El hombre normal, sin corona, es la única causa inconsciente de su abatimiento. Los que, para sí mismos y para los demás, sólo vaticinan y esperan el mal, o sin hablar de ello, viven el miedo permanente, crean situaciones que el destino aprovecha para precipitarlos en esa situación de ruina por cuya experiencia deben pasar. Perciben, de modo inconsciente, que sólo pueden liberarse de ese miedo y de esas actitudes equivocadas viviendo en la realidad el mal que temen. Es entonces cuando comprenden que no hay ninguún motivo para temer nada -por otra parte, la mayoría no saben de qué tienen miedo-. El miedo es el mal del siglo. Se tiene miedo a la guerra, miedo a los paises vecinos,  por lo que se apresuran a hacer la guerra. Se tiene miedo a la miseria, miedo a perder  el esposo o la esposa, el hijo o algún otro ser querido. Se tiene miedo a los accidentes, a las enfermedades, a la destrucción atómica total, y por fin son muchos los que ¡tienen miedo al miedo!

  Hay algunos, sin embargo, que no tienen miedo a nada, que son conscientes de que existe un poder superior al de los hombres y que nos da siempre lo que es mejor para nosotros. Si ha de ocurrir una destrucción, sólo los valores aparentes del hombre y del mundo exterior pueden verse afectados, jamás los valores verdaderos y reales. Esos seres concientes no tienen tanta necesidad, por tanto, de esta experiencia como los que están llenos de miedo.

  Conscientemente o no, ellos no buscan ni causan la destrucción. Y si exteriormente han de sufrirla, no se sienten en modo alguno anonadados. Saben que la vida misma no puede ser destruida. La vida se impone a todo. Ni siquiera se puede destruir la materia, pues los materiales de una casa devastada por una bomba o una catástrofe natural continúan allí donde la casa estuvo en otro tiempo. Únicamente la forma que se dio a esta materia se ha transformado en una materia bruta indefinida. El mundo material toma también su vida de la VIDA.

  La materia se hace informe, la VIDA que se ha liberado de la materia vuelve a la gran VIDA universal y eterna, a Dios. Éstas son las únicas consecuencias de la destrucción.

  Los que han vivido el hundimiento simbolizado por la carta dieciséis del Tarot dan pruebas de una seguridad maravillosa y de una confianza total en sí mismos, en la vida eterna, en DIOS.

  La carta 16 lleva el valor numérico 70, suma del número 16 unida al 0, símbolo del universo infinito. Su letra es AYIN.

  El número 16 está compuesto de cuatro veces cuatro, indicando así que la materia se eleva contra la materia. Con cuatro veces cuatro, obtenemos una materia ultra-materializada que significa ya la destrucción. La ultramateria es el odio, la destrucción.

  La suma de 16 es 7, la cifra clave del mundo material, del mundo de tres dimensiones. Unido al 0, da siete veces el número de la creación perfecta, 7X10=70. Es desde las ruinas desde donde se eleva la promesa de una vida nueva superior.

  La letra AYIN corresponde al nombre Hazad que significa el "fuerte", el "Valiente". Nada puede hacer estremecer al que es fuerte, valiente y consciente. Esta carta revela que el espíritu que es santo se relaciona con la materia como un señor: "la Destrucción Divina" lleva siempre a la vida. En la mitología hindú, corresponde al dios Siva, dios de la destrucción y de la recreación.

 


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La Torre (Del libro: "Yung y el Tarot" De Sallie Nichols)
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La Torre (Del libro: "La vía del Tarot" de Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa)
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