El Ermitaño y sus MANOS

Anatomía del Alma
El Ermitaño

El Ermitaño solo muestra su pelo y su barba blanca, su rostro con la mirada al frente y arriba, y sus manos, en una lleva un bastón, una vara para ser más precisos, y en la otra un farol.

Es en las manos de este anciano en las que hoy quiero poner mi atención. 
El otro día en la clase de anatomía de miembros superiores decía el catedrático de la asignatura, Doctor Moscol Jorge, una eminencia desde mi punto de vista: "las manos son un camino, un lugar de paso". Que bonita manera de describir un reparo anatómico que nos diferencia del resto de los animales, por sus movimientos exclusivos, fundamentalmente del pulgar. Habrá quien diga: "no, lo que nos diferencia es la inteligencia" ¿Inteligencia? Nuestra especie es la única especie que gasta más del 10 por ciento de todo su presupuesto en fabricar armas para matarnos entre nosotros. Dudo que seamos más inteligentes, ninguna otra especie tiene esos comportamientos primitivos, irracionales y asesinos, y para colmo estamos tan ciegos que defendemos este sistema como el único válido, y si alguien se atreve a insinuar algo en su contra será calificado como "peligroso terrorista" al que es conveniente eliminar; y a esto le llamamos democracia.
No, disculpen ustedes los poseedores de la verdad, lo único que nos diferencia de los animales es la posibilidad que tenemos de tocar nuestro dedo índice con nuestro dedo pulgar. 
Continúo con la frase acertada y digna de mi profesor de anatomía, las manos son un camino, un lugar de paso. A las manos llegan ramas de nuestra arteria principal, esa que sale de nuestro corazón, la aorta y se anastomosan. Es decir, no llegan y terminan, no. Se unen las del lado izquierdo con las de nuestro lado derecho y forman el arco palmar superficial y profundo. Se unen nuestros opuestos, el Yin y el Yang. La sangre que corre por nuestro lado derecho a través de la arteria radial continua circulando en la arteria cubital de nuestro lado izquierdo, y viceversa (obviamente brazo derecho) en un circuito sin fin. Esa son nuestras manos, el camino que llega desde el corazón y vuelve hacia él, el Emperador, como le llaman los chicos, esa medicina milenaria y llena de sabiduría de quién tenemos mucho que aprender. 
Ahora bien esa sangre que mencionaba antes, cuando pasa por "el Camino" de nuestras manos la van a irrigar, la van a saciar de oxígeno y de nutrientes para que tenga la suficiente fortaleza para poder dar en un justo equilibrio. Dar y Recibir...
Esa es la virtud del Arquetipo que he querido traer hoy a la luz, el Ermitaño. La virtud del equilibrio, continuando con la frase de hoy "el camino del centro" le llaman los chinos, el camino de la sabiduría. 
Las religiones, y con ellas la civilización actual, se ha perdido en uno de los extremos y obvia el otro por tanto es una sociedad en desequilibrio. Es una sociedad que no encuentra su "camino de en-medio". Es una sociedad donde prima por encima de todas las cosas la "competencia" y en esa competencia no existe el Dar, solo entiende de Recibir, de acumular, de enriquecerse, como sea, vale todo; como consecuencia lógica se ha convertido en una sociedad pobre, mísera en la que los seres humanos nos estamos matando unos a otros, estamos destruyendo nuestro propio hogar. 
Las manos del Ermitaño con su bastón y su farol nos hablan de otra cosa, nos transmiten un mensaje de apoyo y de luz. Escuchemos la voz de este anciano que tal vez, aunque solo sea por sus años, tiene algo que decirnos. 
Con las manos damos y recibimos, ambas cosas deben mantener un justo equilibrio.